¿Quién no ha asistido en algún momento a algún acto en el que, empleados, clientes, voluntarios o hijos hayan plantado un árbol?
Cuando se habla de compromiso empresarial con la sociedad y con el medio ambiente es inevitable relacionarlo directamente con la sencilla acción de plantar un árbol, un solo ejemplo de la infinidad de acciones que se pueden idear para mostrar el compromiso social y medioambiental de una empresa.
Al interés y la necesidad por dar a conocer “lo que es” y “lo que hace” tu empresa, se le une “el valor que aporta”, que es lo que más peso tiene hoy en día. Ese peso es lo que ha llevado a que la RSC sea considerada como elemento clave y estratégico para el desarrollo empresarial, donde la comunicación corporativa es -sin duda- su mejor compañera de viaje.
Informar y comunicar las acciones de Responsabilidad Social Corporativa es ya una obligación. Como todo trabajo bien hecho, requiere de estudio, análisis y desarrollo de unos procedimientos indispensables si pretendemos un retorno rentable y una mejor reputación.
Toda empresa tiene que detectar dónde están los puntos clave de su responsabilidad y de su compromiso con sus empleados y su entorno. Tiene que diseñar y elaborar su plan de acción (adaptado siempre a la actividad real de la empresa) y debe, además, ponerlo a prueba para comprobar su efectividad. La última parte del proceso es comunicarlo. Y la comunicación de la acción de responsabilidad siempre tendrá que hacerse de acuerdo a una estrategia, que será la que marque los tiempos, los destinatarios, los espacios y los formatos de las diferentes acciones.
La implantación de la RSC en la empresa no es un proceso marcado por un principio y un final. La Responsabilidad empresarial es un proceso circular, donde la renovación, el análisis, la actualización y la adaptación al cambio deben de ser constantes.
Una correcta gestión de la RSC permite fidelizar, aportar coherencia, reducir costes, incrementar la productividad, crear cultura, reforzar el valor de la marca de la empresa y fomenta el compromiso individual con el medio natural.
Cometer el grave error de implantar la RSC por el mero hecho de tener algo que comunicar puede llevar consigo consecuencias muy negativas para la estabilidad empresarial.
Las plantaciones de árboles contribuyen a reducir la huella de carbono. Limpian el aire, proporcionan oxígeno, marcan las estaciones, evitan la contaminación del agua, reducen el estrés, frenan la ansiedad, aumentan la concentración… Además del placer y la motivación que supone ver germinar y crecer un ser vivo, son múltiples los beneficios que, a nivel personal, social y empresarial, tiene plantar un árbol.
Cuando el “buen hacer” de una empresa se comunica correctamente, se consigue que una sencilla acción como plantar un árbol despierte el interés de los diferentes públicos, contribuyendo a educar y a crear una corriente social sostenible que va mucho más allá de los objetivos empresariales.
Recuerda:
Para perdurar hay que ser estratega y comunicar.